jueves, 14 de mayo de 2009

UN VÍDEO CON MENSAJE

Un viaje cualquiera y a cualquier parte. Alguien que quiere ser diferente.El bullicio lo agobia y parece un bicho raro aunque no lo es. Los demás participan en el castillo y se lo pasan bomba. Se muestran felices.

Él se pierde queriendo o sin querer. La profesora le encuentra y le lleva con los demás pero él se vuelve a perder.Prefiere salir afuera. ¿Siente miedo, quizás? ¿O es que prefiere estar solo?

Un extraño ve que está abatido, que ha salido por su propia voluntad y le da una nueva oportunidad para redescubrir lo que no ha querido ver antes.

¿Qué creéis que pasará después?

un cuento para mis chicos

Este es Jesús y su perrita, la que me enseñó esta mañana en el mural del pasillo de 5º ¿Y ella dónde está ahora?
El vestido de escribir cuentos floreados
Me ha encantado este dibujo, ¿ a ti también?
He escrito este cuento para todos mis alumnos con cariño y esperando que os guste y que me pongáis un final diferente(va un positivo en juego y que le pregunten a Sofía si lo del positivo es verdad).Podéis cambiar los nombres de Ignacio y Sofía por el vuestro, lo imprimís, si os gusta, y yo os lo dedico de recuerdo.¿OKEY?

CUENTO DEL LIBRO Y LA REVISTA Hola chicos. Me llamo Ignacio y estoy en 6ºA. Hoy me ha pasado una cosa extraña. Subí del recreo porque había olvidado bajarme las deportivas para la liga de fútbol que estamos echando contra los de la ESO y, al pasar por la biblioteca de clase, un libro se movió. Se movió sin que nadie lo tocara porque en clase no había nadie. Era un libro que estaba en la parte de delante, descolocado, con medio cuerpo fuera del mueble, a punto de caerse. Era gordo y de color azul cobalto. Tenía los lomos hechos polvo de tantas manos por las que había pasado y de tantas letras e historias que llevaba dentro. Estaba muy desgastado. Yo no lo había vuelto a ver desde diciembre, cuando le metimos el cuento que escribimos con la profe y mira que frecuento la biblioteca... (bueno, aunque últimamente no tanto, pero espero engancharme pronto otra vez). Me asusté un poco pero decidí cogerlo. -¡Cómo pesas!, -dije-. -Demasiado poco para los cuentos que llevo dentro. Pero..., no me digas que peso mucho porque tengo complejo de gordo.. Creo que lo he pillado porque nadie me lee precisamente por eso, por ser tan gordo. Además, con lo viejo que soy me puedo “de-letre-primir”. Puedes tirar mis historias al cajón de reciclaje, ese que tenéis al lado de la mesa de Samuel. Total, para lo que valgo.... Me parece que no le importo a nadie ya. Buá, buá, buá!!!! Parece ser que ahora con los videojuegos ya tenéis bastante -contestó el libro-. -Tranquilo, hombre, que no es para tanto. He visto libros mucho más gordos que tú y se sienten muy orgullosos de sus curvitas. Los tomos del Diccionario Ilustrado de la Lengua Española–por ejemplo-, que no tienen dentro nada parecido a los cuentos pero sí miles y miles de palabras y cuantas más les meten, más orgullosos se sienten -añadí-. -Pues a mí esos diccionarios me dan envidia porque los utilizáis mucho más a mí. ¡Vaya suerte que tienen! Y encima no tienen complejo de gordos. ¡Jo...!, con todo lo que pesan, no hay derecho...Claro, viene el significado de cada palabra y además ordenadas por orden alfabético y con la categoría gramatical de cada una,-contestó Mil Cuentos, que así se llamaba el libro-. -Es verdad, la profe de lengua siempre nos está mandando buscar palabras. Bueno, y hablando de otra cosa, a mí me pareces divertido. ¡¡¡Un libro que habla!!!, Y lo de gordo..., pues mejor. Así llevas más cuentos dentro-dijo Ignacio-. -¡Vale, vale, chaval! No sé cómo te llamas pero creo que he caído en buenas manos. Puedes llevarme a tu mesa y leerme cuando la profe os lo mande. O si quieres puedes llevarme a tu casa y tumbarte conmigo en el sofá, o en la cama. Incluso me puedes llevar al water, que no me importa, de verdad. Cualquier sitio es bueno para leerme.¿Sabes? Tengo un secreto. El que me lee un cuento se convierte en el protagonista de la historia. Pruébalo. Te lo vas a pasar guay, -dijo Mil Cuentos-. -¡Ah..., sí..., qué vale! ¡Qué voy yo y me lo creo! Si ya me lo dice mi madre, si ya me lo dice Marisol, que es la profe de lengua de la que te hablaba antes, si ya me lo dicen mis amigos, si todos se pasan el día diciéndome que soy un fantástico y que siempre estoy imaginando cosas. Y es verdad, sí, tienen razón. Pero tanta imaginación... Bueno, te voy a llevar conmigo a casa de Sofía, una colega de clase a la que le encanta leer. Por cierto, no sé como no te ha visto porque ella lo lee todo todito. Ahora voy a su casa para hacer un trabajo de Cono, y que sepas que me llamo Ignacio,-dijo éste-. -Vale, Ignacio. Espero que Sofía cuando me vea no me llame gordo. Ya te he dicho que no me gusta que me llamen gordo. Me hace sufrir y bastante, de verdad, -contestó Mil Cuentos-. -No, si gordo no te va a llamar, como mucho te dirá que eres de constitución fuerte. Que tienes mucha anchura de tantas palabras y mucha largura de tantos renglones. Sofía si te quiere llamar gordo, te lo dirá sin que te enteres, es muy hábil. Pero no te preocupes porque te pondremos a dieta,-dijo Ignacio-. -¿Y qué quieres decir con eso de la dieta? Ya sabes, soy un libro. -Pues que al leerte te iremos quitando “cuentos de encima” y seguro que te quedas más fino.¿Te parece bien? -Sí, sí, claro, pero no me tendré que poner chándal para lo de la dieta, ¿verdad? -Venga, no te pongas pesado con tu “de-letre-presión” y vámonos a su casa que se hace tarde. Ignacio metió a “Mil años de cuentos” en su mochila y se fue a casa de su compañera Sofía. Al llegar se la encontró en su habitación, que estaba muy desordenada, por cierto. Lo primero que hizo fue sacar el libro de la mochila, enseñárselo y contarle lo que había pasado. Se lo explicó con detalle. A Sofía le dio la risa, así, directamente. Ya sabía que Ignacio era un tanto fantástico. Dejó el libro sobre la tercera balda de la estantería de su habitación y se fueron al salón para hacer el trabajo de los ecosistemas y las cadenas alimenticias. Tenían que presentarlo al día siguiente y les faltaba toda la parte de fotos y la decoración. No les quedaba demasiado tiempo. “Mil Cuentos”, de repente, se quedó sorprendido cuando escuchó una voz dulce pero también un tanto cursi, que salía de una revista que estaba sobre la balda de abajo. Tenía dibujada en la portada un duende con alas tocando la flauta y sentado en una flor.¡Toma ya! Medio cantaba, medio recitaba, con la música de una canción de Loquillo: “Estaba aquí aburrida ya son las ocho y un libro se me acerca está muy gordo. Lo miro y se mosquea parece majo, ni rimas ni poemas, esto es muy raro”. -¡¡¡Hola, hola!!!, chico Mil Cuentos! Qué bien que te hayan dejado ahí. Estaba más aburrida que una sota de bastos en una baraja de las familias. Quiero conocerte. Me encantan los libros gorditos como tú. Y eres tan azul..., tan lleno de párrafos..., así todos seguidos..., y sin rimas... Estás tan lleno de páginas, tan lleno de historias y dibujos. ¡!!Madre mía¡¡¡ ¡Qué suerte tienes, nunca había visto nada igual!-dijo la Revista-. -Hola, chica Revista. A mí también me gustaría conocerte. Me gusta tu voz entre dulce y cursi, entre tierna y cañera. Me has sorprendido, de verdad. Y eso que me digas que te gustan los libros gorditos como yo..., me descoloca. Ábreme si quieres y lee lo que te apetezca. Te aconsejo un cuento que se titula “Tras las huellas de Darwin”, en la página 132, que lo han escrito los chicos de 6ºA con su profesora. Está muy bien. Al final toda la clase se va a ir de viaje a las Islas Galápagos porque ganaron un concurso de cuentos. Si quieres nos vamos con ellos, es en el mes de julio. Pero a mí quien me importa ahora eres tú. ¡¡¡Ay, Revista, Revista, mi Revista!!!, que quiero decirte que me encanta que me elijas a mí entre esos otros montones de libros raros que hay en la estantería, -contestó Mil Cuentos-. -Es que a todos estos ya los tengo muy vistos. Son como yo, libros con poemas. Dicen que somos musicales y tenemos ritmo. Dicen que somos bellos pero a muchos les parecemos una cursilada y muy pocos nos leen. Estamos aburridos también así que voy a conocerte. Voy a leer que se cuentan esos chicos del viaje a las Islas Galápagos que me recomiendas y creo que la cosa promete. Y la revista lo abrió y empezó a leerlo durante un buen rato. Pasaba las páginas suavemente, como acariciándolo. No se cansaba. Estaba alucinada con ese otro tipo de lenguaje tan diferente. Y con tantos protagonistas. Y con tanto movimiento- si no paraban de hacer cosas y cosas-. Y con tantos dibujos. Y con tantas palabras y todo tan bien explicado. Cuando terminó de leer el cuento de los de 6º y echarle un vistazo general, le dijo: Tus palabras son prosa, todas seguidas. las mías mariposas, y a veces, riman. Tus palabras son ríos, que no se paran. las mías son los mares, bailan con alas. -¡Ahí va! Nunca hubiera pensado que una revista de poemas ... Nunca he conocido nada de poesía ni he tenido ninguna amiga Revista de poemas. Nunca pensé que se pudieran decir palabras que casi parecen música... ¿te gustaría quedar conmigo después para “enseñarnos ”? No te rías, mujer, no seas mal pensada, que lo que quiero decir es para enseñarnos nuestras palabras , nuestros poemas, nuestros cuentos...-contestó Mil Cuentos-. -Sí, sí. Palabras, quiero palabras, quiero cuentos de miedo, quiero cuentos de aventuras. Quiero cuentos escritos por chicos o por adultos, me da igual. Quiero cuentos de pueblo, o fantásticos o de cohetes, o de había una vez..., me da igual. Ahí va! Si por aquí también tienes chistes y leyendas. Sí, sí. Quiero quedar para leernos..., y, en fin, para lo que surja, -dijo la Revista-. -Vale, esta noche a las diez, en el tercer estante. Paso a recogerte, estate despierta,- le contestó Mil Cuentos-. Ignacio y Sofía, atareados con su trabajo, ni se acordaron del libro que habían dejado en la estantería. No se enteraron de la historia de amor que había surgido entre ellos, tan parecidos, tan diferentes. Pero Ignacio, antes de irse, fue a la estantería y recogió del tercer estante a Mil Cuentos -sin darse cuenta de que dentro había metida una revista- y lo metió en su mochila. Cuando llegó a su casa y fue a contarle a su madre lo que le había pasado en la clase con el libro, y ya sabía lo que su madre le iba a contestar, fue a la mochila para sacarlo, pero el libro no estaba. Marisol Huerta mayo 2009